La historia es apasionante, mezcla la política, el arte, las
intrigas domésticas, el sexo y hasta hechos policiales que nunca han sido
comprobados.
Siqueiros vino a la Argentina luego de que en buenos Aires
se habían hecho una serie de manifestaciones en procura de conseguir la
libertad del muralista detenido en México.
No era un tiempo favorable, políticamente hablando, para las
ideas de Siqueiros en nuestro país.
Sin embargo el artista desafió a las autoridades en una
serie de conferencias lo que lo hizo caer en desgracia.
Natalio Botana era un periodista uruguayo que, a través de
su diario Crítica, se había erigido en millonario y su periódico en el mas
importante de la América Latina. En el colaboraban figuras que iban desde Jack
Dempsey hasta Albert Einstein. Según la leyenda había hecho su fortuna a
expensas de extorsiones a distintas empresas a las que les cobraba por no poner
en su diario las estafas que las mismas cometían.
Al margen de la historia se supone que pretendía esgrimir en
contra de un ascendente militar llamado Perón ciertos negativos de la primera
película que filmó Eva Duarte y en los que aparecía semidesnuda. Sospechosamente
su auto se desbarranco en una provincia del norte argentino perdiendo la
vida. Unos años después durante el
gobierno de Perón el diario fue expropiado y lentamente desapareció.
Extrañas, también fueron las razones por las que Botana
propuso a Siqueiros que pintara un mural. Pero en lugar de hacerlo en un
espacio público como el proclamaba, lo llevo a pintar en un sótano de una
mansión que el millonario tenía en las afueras de Buenos Aires.
El mexicano debió aceptar porque no tenía otra alternativa,
pero como siempre y como todos los de su tendencia política (Perdón porque esta
es una opinión mía por experiencia) no dio su brazo a torcer. Lo llamó “Ejercicio
plástico” y decidió aplicar algunas técnicas que había puesto en práctica en
algunos murales que había realizado en EEUU. Llamó a un equipo de magníficos
pintores argentinos (Berni, Spilimbergo, Castagnino) y a uno uruguayo (Lázaro)
y armó un mural absolutamente diferente. Quien lo mira tiene la sensación de
estar dentro de una burbuja, sumergido en un mar profundo, rodeado de un ser desnudo
que se repite y que no es otro que su mujer, la uruguaya Clara Luz Brum.
Aparentemente Clara posó desnuda detrás de vidrios, se le
tomaron fotos las que fueron luego proyectadas sobre las paredes. Según Siqueiros
trabajó sin boceto, sin embargo un periodista argentino tiene uno firmado por
el artista y que dice haberlo heredado de su abuelo que pertenecía al PC.
Se usaron pinturas y técnicas desconocidas hasta ese momento
que hicieron que el mural fuera prácticamente indestructible.
El muralista mexicano partió tiempo después hacia España
(Durante la guerra civil) separándose de Clara Luz a la que no vio nunca más
pero que, aparentemente, ya lo había abandonado por el millonario Botana.
La obra quedó sumergida en las profundidades de la casona
hasta la muerte del magnate. Pasó por varias manos hasta que fuera comprada por
el ingeniero Álvaro Alsogaray, una figura tristemente célebre de nuestro pasado
político económico. Lo insólito del caso es que la obra de Siqueiros no fue
tomada en cuenta para valorar la casa pasando prácticamente desapercibida. La
mujer del ingeniero fue a verla y cuando vio las figuras desnudas la hizo
tapiar para que su hija, María Julia, no viera tremenda pornografía. Aclaremos
que María Julia acaba de salir de la cárcel por incumplimiento de los deberes
del ciudadano público y por quedarse con algunos vueltos durante la venta de Telefónica
a empresas españolas. Se dijo que fue amante del ex presidente Menem, y se
lució semidesnuda para las tapas de algunas de las revistas de la época.
Sin embargo fue durante el gobierno de este presidente que
se redescubrió la obra. Se realizó un trabajo de recuperación, pero luego,
cortado en partes fue colocado en contenedores en los que permaneció oculta
hasta hace muy poco tiempo.
Comunismo por comunistas, la obra fue rescatada y ensamblada
entre la Universidad Tecnológica de la Argentina y el Departamento de Restauración
de la Universidad de México y se la armó bajo un templete de acrílico, para que
las variaciones de temperatura no la dañen, en el actual Museo del
Bicentenario, en la Ciudad de Buenos Aires.
La entrada al museo es absolutamente gratuita y la visita al
mural se hace en tandas y con una guía. Cuando yo lo visité quien estaba a
cargo del grupo nos dijo que los que quisiéramos podíamos acostarnos en el piso
para ver y tener mejor la sensación que se había buscado con la obra. Puedo
asegurarles que es fascinante. Una de las pocas obras no políticas del gran
muralista. Un verdadero “ejercicio plástico” que vale la pena disfrutar. Una
sensación que perdura y asombra.
La historia la conocí algo después, con lo que tengo que
volver a verla esta vez con mucho más dentro mío como para disfrutarla aún más.