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NANI (Una historia real)

NANI

Nani fue uno de esos seres extraños que pasan por la vida de uno fugazmente como los cometas, pero que siempre dejan esa luminosidad diferente, especial, que perdura en el recuerdo y se torna imborrable.
Nani trabajaba en el mismo lugar que yo. Compartíamos tareas, aunque yo tenía un cargo levemente superior al suyo. Sin embargo establecimos una hermosa amistad, no tanto por mi, sino por ella, ya que era de esos seres puros, mágicos, que abrían su corazón de tal manera que era imposible no meterse en el.
Aparentemente venía de una buena posición porque hablaba varios idiomas y tenía un nivel cultural que no se adquiere fácilmente. Sin embargo había elegido trabajar humildemente. Ganarse la vida con sus armas. Y es aquí donde comienza lo que os voy a contar. Tal vez les sirva a otros también.
Era muy buena en lo que hacía, un trabajo técnico, pero complementaba sus ingresos cosiendo ropa. Ropa loca al estilo de la de los años en que pululaban los hippies o reparaba los vestidos de aquellos que le solicitaban algún tipo de arreglo.
Pero Nani tenía otra faceta. No voy a decir otra vida porque todo formaba parte de su ser y no lo ocultaba. Era una morochita menuda, hermosa… o tal vez no era tanto lo hermosa si no ese halo de luz que la rodeaba, que la hacía ver diferente. Un cuerpo muy bien formado con el que lucía atractiva, tentadora. Y eso era también, para Nani, un arma de trabajo. ¿De trabajo? Exacto, porque, y esto es lo insólito, acostumbraba a responder a esos pedidos que suelen aparecer en los diarios en los cuales algún señor solo pide una señorita de buena presencia para oficiar de acompañante durante un viaje o una estadía en Buenos Aires.
Dicho de otra manera una “prostituta” transitoria. Y Nani no tenía ningún problema en contarlo.
Realizó así una increíble cantidad de esos “viajecitos”, donde alcanzó insólitos lugares y vivió vidas que no eran las habituales, cosa que después refería, cuando volvía, casi sorprendida de que existiera ese otro mundo.
“¿Sabe, jefe?, cada botella de Champaña que tomaban valía lo que yo gano de sueldo” Exclamaba y se reía.
Les cuento que en uno de esos viajes fue contratada por un alemán, ya maduro, que trabajaba en EEUU, y le encantaba el sur argentino. El tema fue que este hombre realizó varios viajes y en cada uno de ellos se preocupó por conseguir su compañía. Era evidente que tenía mucha afinidad con nuestra querida Nani.
Entre viaje y viaje, ella, solía pedirme que le cambiara billetes de U$S 100. “¿Te los mandó el alemán?”, le preguntaba, y ella se reía con esa risa traviesa y transparente.
Un día vino específicamente para hablar conmigo. Tenía un gesto que nunca le había visto.
“Jefe… el alemán se jubila… se viene para este lado… Quiere casarse conmigo e irse a vivir a Bariloche…” Explicó con una seriedad poco habitual en ella.
“¡Negrita, sacaste la lotería! Es el sueño del pibe… Te parás para toda la cosecha… El alemán tiene guita, quiere casarse y encima vivir en Bariloche, que es lo más hermoso que puedas pedir… Genial!!”
Se quedó un instante en silencio.
Me miró con esos ojos expresivos, que nunca voy a olvidar, y suavemente exclamó:
“¿Y mi libertad?”
No pude responderle. ¿Que decir ante esa pregunta?.
Ella tomó su decisión.
Y voló. Voló como los pájaros.