APENAS
UNA HORA
¿Qué
es una hora?
Apenas
60 minutos… o 3600 segundos… O…
Un
giro completo en las manecillas del reloj.
Una
manera de medir el tiempo… de encasillarlo… de transformarlo en algo tangible…
si se quiere, en algo que podamos dominar o controlar.
¿Qué
es una hora en la vida de un hombre?
Una
fracción minúscula de tiempo que simplemente puede pasar desapercibida.
Pero,
en realidad, no siempre es así…
Una
hora puede no ser nada y ser todo…
Cientos
de horas han pasado por nuestras vidas sin dejar rastros, sin que recordemos ni
siquiera un pequeño detalle de lo que pudo haber sucedido en esos 60 minutos…
Pero
en una hora… esa hora crucial… pueden haber ocurrido los hechos que dejaron
marcas indelebles en nuestra historia…
Para
bien o para mal…
Cada
uno de ustedes, tal vez, puedan recordar algún momento importante. Ese hecho
trascendente que nos ha marcado para toda la vida… Que recordamos con alegría o
revivimos con angustia…
Una
hora…
Apenas
60 minutos…
Un
pequeño lapso de tiempo y que sin embargo puede ser el más importante de
nuestra existencia…
Y
eso es precisamente lo que pretendemos…
Nuestra
ilusión es que esta hora… esta pequeñísima hora… esta insignificante hora, sea
la hora que te acompañe… que te ayude a resolver, o por o menos a darte un panorama
diferente, a los problemas que te agobian…
Sería
tan bueno que cada martes llegues a casa, cansado, o cansada, del trajín diario
y simplemente encendiendo la radio en la 95.5 sepas que del otro lado tenés un
amigo… alguien dispuesto a escucharte… dispuesto a darte una opinión (que no es
más que eso) pero que, tal vez, visto desde afuera puede alivianarte el camino…
Sería
tan bueno que podamos comunicarnos… que nos llames y nos cuentes tus afanes…
aquello que te agobia, que te preocupa, que te resulta complicado para
resolver… O la inversa llamarnos para contarnos tus alegrías, tus logros, las
cosas buenas que te han sucedido.
Hagamos
un mundo pequeño, simplemente de dos, de nosotros dos, para que luego se vayan
agregando otros y otros y otros… Y finalmente sea un mundo que compartamos
todos para ayudarnos con la experiencia de cada uno.
Y
que esto sea solo el comienzo.
Martes
a martes, programa a programa iremos contándote cosas, nuestras o de otros
individuos que han puesto sus afanes en estudiar la vida del ser humano y se
han preocupado por enseñarnos a transmutirla de mejor manera.
Sesenta
minutos para compartir, vos y yo a solas… o acompañados por muchos amigos más,
que poco a poco se van sumando a esta propuesta de Encuentros en la noche…
Y
esa es la idea, encontrarnos en la soledad de la noche. Encontrarnos cada
martes… pero por sobre todas las cosas encontrarnos… Porque es cierto estamos
solos, muy solos, y nos hace falta encontrarnos, sentir que estamos
acompañados… que alguien se preocupa por nosotros…
Pretendemos
ser un tiempo para meditar, para escuchar buena música… para pensar… pero no
alocadamente, sin un sentido lógico… para pensar acompañados, elaborando
juntos… encontrándonos para resolver los `problemas o alegrándonos juntos de
las buenas cosas que vayamos consiguiendo…
Solos
pero acompañados… Juntos… encontrándonos en la noche… apenas por sesenta
minutos… Tal vez solo para escuchar música… a lo mejor para pasar un simple
momento y hasta poder colaborar aportando una idea o una opinión… o quizás los
sesenta minutos más importantes de tu vida… ese momento vital en el que todo
cambia, todo se ordena, todo toma la dirección correcta… la que estabas
esperando…
Sesenta
minutos… apenas una hora… pero esa hora… la de encuentros en la noche… que marcará
a fuego tu destino…
Aquí
estamos… Esperándote… vos lo decidís…
Hasta
el próximo encuentro… amigos…
ENCONTRAR
LA PAZ
Hace
mucho, mucho tiempo… en uno de esos reinos de nombre difícil, de lugares muy
remotos, a su monarca se le ocurrió hacer un concurso… un concurso de pintura…
Estableció un muy importante premio para aquel artista que fuera capaz de plasmar
en el lienzo la imagen de la paz perfecta.
De
todas partes acudieron todos aquellos que se sentían aptos para interpretar los
deseos del rey.
Se
les dio un tiempo límite para realizar sus obras y finalmente el propio creador
del concurso realizó la selección.
Sólo
dos quedaron para disputar el mérito de ser el más adecuado. Ambos perfectos en
su realización, ambos con una técnica impecable, pero insólitamente,
absolutamente diferentes.
Mientras
uno mostraba un cielo azul impecable, con un agradable sol que se desparramaba
por unas mansas colinas, las que a su vez se reflejaban en un cristalino lago,
de tranquilas aguas, en donde nadaban juguetonamente algunas aves y en su
orilla bebía un cervatillo, rodeado del verde del prado matizado por flores
multicolores… en el otro, muy por el contrario, el paisaje era violento. Un
pico escarpado, en medio de una horrorosa tempestad. La lluvia azotaba los
árboles que se inclinaban ante tal violencia. El agua caía a raudales por entre
las piedras que brillaban con los relámpagos que surcaban un cielo ennegrecido
por las nubes de la tormenta. Pero en medio de todo ese pandemoniun, en una
pequeña excavación de la montaña había un nido. La propia piedra lo protegía de
la lluvia y en él, ajenos a todo lo que ocurría a su alrededor, una madre
alimentaba a su polluelo recién nacido. Nada importaba, sólo ellos dos, sólo el
momento que estaban viviendo.
Y
entonces fue que el monarca comprendió que de nada sirve que nuestro entorno
sea perfecto, que todo lo que nos rodea se ofrezca magnífico, si primero no
hemos obtenido nuestra propia paz, esa paz interior que nos permita afrontar
los peores vendavales, esa paz que nos dé las fuerzas para superarlos y seguir
adelante, hasta crear nuestro propio paisaje, acomodado a nuestras necesidades,
pero que, sea como sea, representará nuestra paz perfecta.
Esta
historia tan simple… tan discutible, si se quiere… fue escrita por Helen Keller.
Helen quedó ciega y sorda a los 19 meses y sin embargo, ayudada por su maestra Anne
Mansfield Sullivan, superó sus discapacidades hasta llegar a ser uno de los
personajes de mayor importancia en su tipo creando métodos para ayudar a otros
como ella.
Yo
siempre digo que hay que aprender a mirarse en el espejo. ¿Qué quiero decir con
esto? Simple… cuando uno se para frente a él le devuelve una imagen, real,
exacta… claro no es más que un reflejo… Pero en su superficie podemos ver como
somos, como lucimos, como nos ven los demás… Y tenemos que aprender a ver esa
imagen que nos devuelve crudamente el espejo… repito, esa imagen y no la que
nosotros queremos ver.
Es
habitual que uno crea que es de determinada manera, que piense que es más
inteligente o mas hermoso de lo que realmente luce… “Es cierto que al nacer
todos somos iguales y por lo tanto merecemos las mismas oportunidades, pero
también es cierto que hay personas que son más capaces que otras y por lo tanto
es lógico que lleguen más lejos, que obtengan mejores cosas…” Esto lo dijo,
nada más y nada menos, que Mahatma Gandhi, alguien que sacrificó su propio
bienestar para luchar por sus semejantes.
Cuando
uno se reconoce… cuando acepta sus limitaciones… cuando deja de quejarse de la
suerte… cuando aprende a no envidiar los logros de los demás para concentrarse
en los suyos propios… Cuando aprende a mirarse en el espejo es, recién, cuando
comienza a progresar, a corregir errores, a crecer interiormente y, como
consecuencia, a crear un entorno que le permita vivir mucho mejor.
Ese
es el punto de partida. Miremos dentro de nosotros mismos… pero viéndonos…
aprendiendo a conocernos…
A
veces no podemos hacerlo solos… a veces tenemos que aprender a solicitar ayuda…
a veces tenemos que encontrarnos y en la soledad de la noche y contarnos
nuestras cosas… Y vamos a descubrir que siempre hay alguien dispuesto a
ayudarnos, a tendernos una mano… o simplemente a contar sus experiencias que,
sin ser una solución específica, puede servirnos para comprender aquellas cosas
que nos están ocurriendo…
Todo
está dentro de uno… lo bueno y lo malo… Lo que te sirve y lo que tenés que desechar…
lo que terminó y lo que está a punto de comenzar…
De
vos depende…
Hasta
el próximo encuentro…
Amigos.
Soledad
1.
|
Carencia voluntaria o
involuntaria de compañía.
|
2.
|
Lugar desierto, o tierra no
habitada.
|
3.
|
Pesar y melancolía que se
sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo.
|
“Mas
vale solo que mal acompañado” dice el refrán y la sabiduría popular expresada
en este tipo de frases difícilmente se equivoca.
Pero
también es cierto que para cada uno de estos dichos hay otro que se le opone y
entonces uno elige el que quiere, el que más le conviene.
“El
hombre es un ser social”.
También
es una realidad.
Necesitamos
del otro, nos hace falta la compañía, aunque más no sea la de un gato como dice
Cacho Castaña en “Café la Humedad”.
¿Y
cual es la verdad?
Y
esa es la primera y gran pregunta.
¿Quién
lo sabe? ¿Quién es lo increíblemente sabio para conocer la verdad?
Cada
uno va encontrando su camino.
Cada
uno va escribiendo su verdad.
Y
muchas veces lo hace por el sistema de prueba y error. Lo intenta, se equivoca
una y mil veces, pero lo sigue intentando… y eso es lo que vale…
Estamos
vivos en cuanto tenemos proyectos, en cuanto seguimos acariciando ilusiones… en
cuanto pensamos que el mundo puede ser distinto, puede ser mejor… que vale la
pena seguir…
Yo
persigo una quimera… una utopía… yo sé que no se puede realizar… pero tal vez…
a lo mejor… ¿por qué no predicar con el ejemplo?...
El
hombre es un ser sociable, dije antes, y ahora agregaría, lo es por que no le
queda más remedio, porque el mundo ha avanzado tanto que se ve obligado a
depender de otros para subsistir. Pero en su interior se ha ido volviendo cada
vez más egoísta. Permanentemente está pensando en sus propios intereses,
buscando su bienestar a costa de cualquier sacrificio, propio o ajeno.
¿Que
ocurriría si en lugar de pensar en nosotros tratáramos de pensar en cómo hacer
para que los que están en nuestro entorno sean más felices? Imagínense, si cada
uno, de todos los que nos rodean, se dedicaran ha hacerle mejor la vida al que
tienen al lado ¡Cuantas personas estarían preocupadas para que uno viva mejor!
Es matemático… es simple… es utópico, como decía antes… pero tal vez… quizás… “soñar
no cuesta nada” dice otro viejo refrán y nuestra cortina nos lo recuerda…
Encuentros
en la noche… en ese tiempo en donde paramos nuestro trajín diario, nos
relajamos y tal vez comencemos a sentir más que nunca la soledad. Encuentros en
la noche… es lo que queremos… que sientas que compartimos con vos tu vida y
estamos pensando en vos… de ninguna manera en particular… buscando aquello que
para vos signifique compañía… y queremos que vos nos acompañes… con ganas… con
ilusiones… ¿quién sabe?... a lo mejor somos el puente para algo mejor, a lo
mejor alguien nos dice la palabra justa que estábamos esperando… a lo mejor…
Encuentros…
¡que linda palabra!... tratemos de encontrarnos a nosotros mismos y posiblemente
eso nos permita encontrar a los otros… a todos aquellos que suponen que están
solos y nada más les falta descubrir lo acompañados que están.
Ahora
cerremos nuestros ojos, escuchemos la buena música que nos acaricia…
abracémonos fuerte, muy fuerte, en un gesto simbólico y prometámonos que mañana…
que mañana será distinto…
Hasta
el martes que viene… mis amigos.
EL CHUPETE ELECTRÓNICO
Cuando
el hombre nace o cuando muere. En el canal del parto o en el féretro esta
siempre solo. Durante todo el transcurrir de su vida posiblemente el ser humano
ha procurado y talvez lo ha conseguido, vivir acompañado, pero en los momentos
claves, en esos puntos de inflexión que marcan el comienzo y el final de una
historia tiene que encararlos absolutamente solos.
El
hombre es un ser social, y de eso no cabe la menor duda. Pero… ¿Qué queremos
decir con esto? La cuestión es bastante simple. Muy pocos son capaces de poder
realizar todas las tareas que hoy hacen falta para vivir adecuadamente. Es
cierto, si me convierto en un anacoreta, dedicado exclusivamente a la
meditación, con seguridad no me harán falta ninguno de los elementos a los que
el confort moderno nos ha ido acostumbrando. Pero, claro, convengamos que la
mayor parte de nosotros no tiene la menor intención de dedicarse a la
contemplación ni a nada que se le parezca.
Pensemos
por un instante lo que ocurre cuando se produce un corte eléctrico o cuando de
la pobre canilla apenas si sale un hilito de agua y, por supuesto, los tanques
no pueden llenarse. La desesperación, la angustia, se apodera de nosotros y,
aunque más no sea por unos minutos, nos sentimos absolutamente desprotegidos,
dejados a la buena de Dios y sin saber que hacer… Salvo el reclamar airadamente
a la compañía correspondiente en donde, por otra parte, previsoramente ya han
colocado una grabación que, en lugar de calmarnos, nos hace sentir más solos
que nunca.
Es
cierto, tenemos que vivir en sociedad, tenemos que vivir acompañados.
Pero,
como les decía anteriormente, acompañados para que cada quien cumpla con su
función y entre las partes de cada uno podamos formar un todo que funcione
adecuadamente.
Y
este es el concepto al que quiero llegar. Para que cada uno cumpla con su
función de la mejor manera posible, ayudándonos los unos a los otros, sabiendo
que si cada responsable de que algo funcione se preocupa por hacerlo bien, de
igual forma lo harán los otros, de los que depende indefectiblemente.
Primer
punto, entonces, en un mundo donde todos basamos nuestras relaciones en la
agresión, en tratarnos mal, en responder inadecuadamente, resulta que los unos
dependemos de los otros. Y de aquí nuestra primera conclusión. ¿No sería un
poco más inteligente modificar esa actitud agresiva, casi permanente, que
sostenemos con empecinamiento digno de otras causas, y a la que todos nos
estamos acostumbrando, lenta y progresivamente, hasta convertirla en una manera
de vivir, y todo simplemente por que sí, por que todos lo hacen de la misma
manera? Digo ¿No sería más astuto cambiar esa actitud por una mucho más útil,
que le sirva a los demás y como consecuencia que nos sirva a nosotros? ¿No nos
serviría ser tan egoístas que resolvamos tratar bien a los demás para que los
demás nos traten bien a nosotros?
Como
dije antes, primer punto… y para pensar.
Pero
aquí viene el segundo punto. El otro extremo.
Che...
¿Qué hacés este fin de semana? ¿Vamos ha tomar un cafecito? ¿Y si vamos juntos
al cine? Y si… y siempre programando algo para juntarnos con alguien… hasta
para ir al baño lo hacemos acompañados.
A
veces no importa con quien, el asunto es no estar solos… probablemente el
asunto es no tenerse que encontrar con uno mismo.
De
vacaciones, fin de semana, paseo, espectáculo… lo que sea. Siempre con alguien
más, con quien conversar habitualmente las mismas cosas… las mismas aburridas
cosas pero que aturden, que evitan que se pueda pensar, que ocupan nuestras
mentes y nos mantienen ocupados, no sea cosa que tengamos que abrir alguna
puertita de esas en las que nuestro cerebro encierra pensamientos que nos
molesta tener que analizar.
Y este
es el problema: el punto uno choca con el punto dos. Queremos ser sociables
pero nos tratamos mal. Como esto es un gran conflicto hemos creado los chupetes
electrónicos. ¿Qué es esto? Simple, analicemos. Para que el chico no llore le
enchufamos el chupete… si es bueno o malo no importa… el asunto es que no se
queje… si hasta lo endulzamos para que lo agarre y nos deje tranquilos. ¿Y
cuando crecemos y no podemos salir con el chupete? Entonces recurrimos a los
elementos que hemos inventado para reemplazarlo.
Y el
artefacto que más ha prendido, que se ha propagado como una epidemia, que ha
crecido junto a esos rollitos que la mayoría tenemos en nuestra cintura, es el
teléfono celular.
El
hombre no sabe estar solo y entonces ha inventado una forma de conseguir
siempre compañía. Presten atención, incluso mírense ustedes mismos. Todo el
mundo lleva colgando del cinturón o de la riñonera un teléfono celular. ¿Hay
tantas llamadas importantes que no podemos esperar a estar en algún sitio
adecuado para comunicarnos y tenemos la necesidad de ir por la calle a grito
pelado, esquivando transeúntes o vehículos? ¿Hace falta que suene una músiquita,
que ya ha dejado de ser agradable, en medio del cine, de una obra de teatro o
de una conferencia?
Si
dejaran de funcionar las empresas dedicadas a este tipo de comunicación o nos
tocara quedarnos sordos ¿Qué sería de nuestras vidas?
El
hombre es un ser social. El hombre no sabe vivir solo.
Y
como dice el adagio: “Ni tanto ni tan poco”.
Aprendamos
a vivir en sociedad.
Aprendamos
a vivir en soledad.
Cuando
entendamos que el hombre nace solo, vive solo y muere solo, a pesar de estar siempre
acompañados, será el momento en que lograremos ser mucho más felices, porque
aprenderemos a disfrutar de cada pequeña cosa que nos rodea, de cada instante
que vivimos, de cada circunstancia que se nos presente. Y siendo más felices
podremos relacionarnos mejor con los otros, que también serán más felices.
Como
siempre digo talvez esto sea algo utópico… pero es lo que perseguimos en
encuentros en la noche… acompañándote pero también enseñándote a ser
independiente… dándote los elementos para que no te sientas solo aunque nadie
esté corporalmente a tu lado.
Nosotros
estamos con vos, todos los martes, de 21 a 22 y por la 95.5
Te
estamos esperando.
Hasta
el próximo encuentro mis amigos.