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LA DECISIÓN DE ANGELINA

Medicina preventiva. Se acostumbra llamarla así. Podríamos también llamarla medicina de anticipación.
Aquellos pechos deseados, insinuantes, eróticos, fueron remplazados por unas inertes siliconas. ¿Motivo? Los antecedentes familiares cercanos y un estudio exhaustivo del ADN, demostraban la alternativa de padecer la desgraciada patología, el cáncer de mama. Muerto el perro se acabó la rabia. ¿Iba a ocurrir? ¿Quién lo puede decir? En todas las patologías existe una predisposición y un factor desencadenante. ¿Se iban a dar las dos circunstancias? Nunca se sabrá, las posibilidades eran muy grandes pero jamás lo sabremos porque la increíble, sensual y deslumbrante Angelina, prefirió dejar de lado sus famosos atributos en pos de una vida, si no más sana, por lo menos más tranquila.
La fama de la estrella, la trascendencia de su decisión fue tan importante que se difundió como reguero de pólvora. No fue la única. Ya había antecedentes de actitudes similares, pero ninguna con la significación de un acto de este tipo.
El científico Ernest Von Hinder, analizó el sobre que acababa de recibir. Lo dio vuelta entre sus manos como un prestidigitador lo hace con las cartas, pero no desapareció. Ahí estaba y finalmente decidió abrirlo.
El abrecartas corrió rápidamente y la hoja con un membrete harto conocido apareció detrás del corte. Lentamente abrió el informe. Su cara no cambió, no se movilizó ni un músculo a pesar que el papelucho confirmaba sus sospechas. El estudio genético demostraba muy claramente que las posibilidades de padecer Alzheimer, tal como le había ocurrido a su padre y a su abuela materna, estaban por arriba del 90%.
Suspiró profundamente. Se sirvió un whisky y con el vaso aun en la mano se comunicó con el Memorial Albany Center. Pidió con su discípulo Ajmar Rumim, un cirujano de reconocida trayectoria.
Cuando lo atendió solamente dijo una palabra: - Confirmado –
-          ¿Está seguro, profesor? –
-          Totalmente… y sabés que solo puedo confiar en vos… -
-          Lo se –
No hablaron más. Colgó. Se dirigió a su escritorio y tomando de un cajón un papel, que esperaba desde hacia algún tiempo, se dedicó a completar los puntos que estaban en blanco.
Una semana después, el profesor Von Hinder, experto en física cuántica, descubridor de la fórmula de los cuadrados perfectos, se desplazaba rápidamente a través de los pasillos acostado en una camilla que empujado hábilmente por un enfermero lo llevaba hasta el quirófano.
El Dr. Rumim, en persona, realizó la intervención quirúrgica.
Meticulosamente, hábilmente, concienzudamente extrajo el cerebro, todas y cada una de de las células que alimentaban el intelecto de su maestro.
La intervención fue un éxito.
La noticia pasó inadvertida para la gran prensa.
El genio, la capacidad razonativa, todos los conocimientos de su colega y maestro quedaron en un frasco que fue etiquetado y colocado en un estante a la espera de quien sabe que destino.
El resto del profesor rodeado de aparatos que lo asistían cardiológica y respiratoriamente quedó internado en un sector vip del Hospital.
Nunca se sabrá si el terrible mal lo iba a afectar.
Pero lo que era seguro era que si se daba la posibilidad lo había vencido.

Nadie tampoco nunca llegó a saber si el científico pudo disfrutar esa alternativa.