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LAS CONSECUENCIAS DE UNA HEMORRAGIA SUBCONJUNTIVAL


Como muchos saben, y otros se acaban de enterar, soy médico oftalmólogo y una larga carrera, tan amplia y versátil, me ha dejado una serie de anécdotas, muchas de las cuales recuerdo con total perfección, de tal manera que puedo compartirlas con ustedes. Esta es, posiblemente, la más increíble porque no creo que le haya sucedido a  algún otro médico.
Durante mucho tiempo he atendido a un catedrático, doctor en Ciencias Económicas, Que llegó a ocupar con éxito el cargo de secretario (un equivalente de ministro) de economía de una comuna bonaerense.
Individuo serio, atildado y de adecuado comportamiento. Hacía gala de la educación que lo precedía.
El hombre era, indudablemente, algo hipocondríaco y concurría periódicamente a mi consultorio simplemente para que yo le hiciera un control general de sus ojos. Periódicamente significa, aproximadamente, cada 30 días.(¡!)
Esta vez llegó realmente alarmado. Un ángulo del ojo izquierdo lucía tremendamente rojo.
Hay patologías que son muy impresionantes pero carecen de importancia. El paciente no tiene por qué saberlo. Pero uno ya sabe que es lo que le está sucediendo.
Evidentemente tenía una hemorragia subconjuntival. Traducido es cuando por algún esfuerzo se rompe alguno de los pequeños vasitos que están en la superficie del ojo, sobre la parte blanca y, una por contraste y otra por la piel que la recubre, que es transparente, la sangre se ve en vivo y directo pareciendo mucho más impresionante de lo que realmente es. De hecho jamás compromete la visión.
Después de comprobar que efectivamente ese era el diagnóstico le explico que los pequeños vasos suelen romperse cuando uno hace algún tipo de esfuerzo. Levanta un mueble, empuja algo pesado, tiene una salva de tos o estornudos e, incluso, cuando uno está constipado y hace fuerza para defecar, ese tipo de esf…….
-          Un momentito doctor – exclamó interrumpiéndome.
Se acomodó en la silla y tapándose la nariz comenzó a hacer fuerza hasta ponerse rojo.
En ese momento soltó un tremendo y sonoro gas, largo, explosivo.
Y muy seriamente, como si no hubiera ocurrido nada preguntó:
-          ¿Ese puede ser un esfuerzo, doctor? –
Creo que nadie puede imaginar el esfuerzo que tuve que hacer para asentir seriamente sin largar la carcajada que pugnaba por salir.
Feliz de haber averiguado cual era el origen de su problema, me pidió que le colocara unas gotitas y se fue, lo más campante, seguro de que había hecho lo correcto y su explicación había sido lo suficientemente gráfica.

Puedo asegurarles que nunca voy a olvidar ese sonido y la situación, pero por otro lado, y por sobre todas las cosas, nunca más voy a volver a mencionar la constipación como causa de un esfuerzo digno de producir una inocente hemorragia subconjuntival.