Durante el dominio español sobre estas tierras, la corona
ejercía el sistema comercial del monopolio. Como pueden imaginarse había muchos
interesas comerciales de por medio, tanto locales como de otros países de
Europa, que querían comerciar abiertamente con las progresistas colonias
(fundamentalmente Inglaterra y posteriormente Francia).
Dos veces intentaron invadir las colonias los ingleses y en
ambas los enfrentó un aguerrido y leal servidor de la corona (a pesar de ser de
origen francés) llamado Santiago de Liniers. Este militar, que por una medida
especial fue nombrado Virrey inició un romance con una viuda francesa llamada
Ana Perichon. Fue una relación escandalosa para una sociedad pacata como la de
esa época. Una abierta relación de pareja sin casamiento no podía ser admitida.
Para 1810 Napoleón entra en España y depone al rey. Sólo queda como representación de la España tradicional una junta en la ciudad de Cádiz.
Ese es el momento en que se aprovecha, en estas tierras, para decidir, de igual
manera, formar una junta local, que gobernando en nombre del rey depuesto,
tomara decisiones propias, fundamentalmente económicas. Eso, en síntesis, es la
famosa Revolución de Mayo, que se revela contra la Junta que pretendía ostentar
el poder de Fernando. Cuando Liniers intenta una contra revolución es vencido y
fusilado, siendo este el primer acto violento y agresivo de la primera junta “criolla”.
Se suceden una serie de diferentes tipos de gobiernos con
características que procuran quedar bien con Dios y con el diablo, hasta que
finalmente se entra en una etapa anárquica en donde desparece todo tipo de
organización política y cada región o provincia tiene su propio gobierno, en
general, encarnado en algún caudillo populista. Pero el que maneja todos los
hilos y lentamente va poniendo en los distintos gobiernos gente de su propio
color es el gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas. Rosas tenía
el control de la aduana, las tierras más productivas y los agro ganaderos más
importantes, y, para asegurarse que se cumplieran sus designios, disponía de un
cuerpo de gauchos, salvajes y tremendamente sangrientos, llamados “La mazorca”
(En honor a la verdad quien realmente los conducía era la mujer de Rosas, doña
Encarnación Ezcurra).
Es durante su gobierno que ocurre un hecho que alteró a toda
la sociedad y fue utilizado políticamente. Una nieta de la antes mencionada Ana
Perichón, Camila Ogorman, a la sazón de 18 años, se enamora profundamente del
cura jesuita Ladislao Gutierrez. Este corresponde al amor de Camila y como
única solución deciden fugarse al interior del país (eventualmente al Brasil).
El escándalo es mayúsculo. Y Rosas se ve obligado a imponer
un escarmiento que no deje dudas, pues los enemigos del gobernador expresaban
que su gobierno era tan decadente que había pervertido a las jóvenes porteñas.
Los amantes refugiados en un pueblo de una provincia llamada
Corrientes, ciudad que hoy existe, llamada Goya, se instalan e inician una vida
con nombres cambiados y sin levantar sospechas. Pero son identificados por un
cura que pasaba por la región y, capturados, son condenados a muerte. De nada
sirven los ruegos de la hija del gobernador, intima amiga de Camila, o el hecho
de que ésta esté embarazada de ocho meses. La sentencia se cumple el 18 de
Agosto de 1848.
El hecho cruel y salvaje es una de las causas que inicia la caída
de Juan Manuel de Rosas, que en 1952 es derrotado por las fuerzas comandadas
por el general Justo José de Urquiza, con el que se inicia, finalmente, el
período constitucional de nuestro país.
El espíritu liberal de Ana se había transmitido a su nieta
Camila y este hecho quedó como un símbolo que se ha ido repitiendo de
generación en generación. Una historia triste pero aleccionadora que fue
abordada con una inteligencia extraordinaria en el primer musical que realizó
Fabián Nuñez, y que es un orgullo que un autor argentino pueda desarrollar una
obra de esta magnitud.
Creo que la historia es en extremo interesante y vale la
pena que os la cuente, aunque muy resumida.
La rendición de Beresford un cuadro de Charles Fouqueray