Nacieron en casa.
La madre tenía una patología maligna que la llevó a la
muerte un tiempo después.
Los dos se criaron juntos.
El rubio siempre fue mucho más inquieto.
Vivió a full, como se usa ahora. Un día mordió unos cables y
se electrocutó. No murió en ese momento, pero lo dejó con un cuadro neurológico
que terminó con su vida en poco tiempo.
El otro siempre fue más tranquilo.
Por esos secretos de la genética no creció mucho Es un gato
pequeño, tímido y, si se quiere, indefenso.
Nunca se movió de casa.
A veces hace sus correrías pero a cierta hora siempre se lo
puede encontrar en el mismo sitio.
Apenas lo llamo, esté donde esté, aparece.
En las mañanas no se mueve de la puerta del patio trasero de
mi casa hasta que yo le hago algunas caricias. Ya ha comido, no tiene ninguna necesidad, salvo ese saludo
diario, que espera, y hasta me reclama, en cuanto me ve.
No es cuestión de exagerar, no le gusta estar en brazos,
simplemente una rascada en la barbilla, una serie de caricias, una estirada de
cola y ya… es suficiente.
No es nada especial. Apenas un relato de algo que ocupa unos
minutos de mi vida. Tal vez esos minutos que no somos capaces de darnos entre
los seres humanos, la simple caricia de un saludo, la inútil pregunta de ¿en que
puedo ayudarte?, o ¿necesitas algo?.
Tal vez es un ejemplo que la naturaleza nos brinda para que
los seres “inteligentes" aprendamos.
Tal vez es solamente un gato.