Maximiliano dormía profundamente cuando María, la mucama, lo
despertó con suavidad.
-
Arriba dormilón… que hay que ir al colegio… tus
padres ya se fueron a sus trabajos y pronto va a pasar el micro a buscarte –
Maxi se estiró y con lentitud se dirigió a tomar una ducha.
Lavó sus dientes. Se peinó y se calzó el uniforme de la High School, con el
escudo grande a la altura del corazón en el sweater verde con vivos blancos.
María le había preparado el desayuno que bebió de un trago,
cargó su mochila y apenas tuvo tiempo porque ya estaba llegando el transporte
escolar.
Lo de siempre. La rutina de todos los días.
Pasó una buena mañana. Los profesores no eran muy exigentes
y el no tenía mayores problemas con ninguna materia. Internet solucionaba la
mayoría de las cosas y lo que le pudiera faltar, en general, pasaba
desapercibido.
Al mediodía se sentó en el parque. El colegio tenía un gran
parque con árboles añosos y césped siempre verde. Y se dispuso a comer la
vianda que María le había preparado.
Comió la manzana, tiró los restos en un cesto y como aún
tenía tiempo se sentó a leer un revista de historietas que le había prestado su
buen amigo Carlos. Las aventuras de Super Héroe lo envolvieron con sus
fantasías hasta que sonó la campana que indicaba la vuelta a clases.
Era un colegio bilingüe y todavía le faltaba el tiempo que
más detestaba. El inglés no era su fuerte aunque sabía que sería fundamental
para su vida futura.
Consiguió que transcurrieran las horas y con alivio escuchó
el timbre que, a diferencia de la campana, anunciaba el fin de la jornada.
Cargó nuevamente la mochila y se dirigió al lugar donde el
micro ya lo estaba esperando.
-
Hola Maxi ¿Cómo te fue hoy? – le preguntó el
chofer.
-
Bien, Pedro, bien. Lo de siempre –
Llegó a casa. Isabel, la mucama de la tarde lo estaba
esperando y lo acompañó hasta la casa.
Maxi ya conocía su rutina.
Tomó la merienda y se sentó a hacer las tareas que le habían
indicado.
Buscó en internet la información requerida. Copió, pegó,
agregó algunas figuras y listo. Nunca le pedían mas que eso y el cumplía
religiosamente, con lo que se aseguraba pasarla en forma tranquila.
Terminó con sus obligaciones y se fue a su cuarto a jugar
con la Play.
El juego era algo aburrido así que se puso a mirar
televisión.
El sonido de las campanillas alegremente avisaron la llegada
de su madre. Entró apurada porque se le hacía tarde para ir a Pilates.
-
Hola Maxi!!! – gritó. La habitación del niño
estaba en la planta superior. En ese momento
Super Héroe despegaba
con grandes explosiones y el sonido no le permitió ser escuchada.
Se cambió rápidamente y salió manoteando las llaves del auto
que había dejado sobre la mesa del comedor.
-
Isabel, me voy al gimnasio, dígale a Maxi que no
se quede mirando mucho la televisión –
Isabel asintió con la cabeza y siguió ocupada en fregar la
vajilla que había quedado sucia de la cena anterior.
Maximiliano vio TV hasta que dieron las 10 pm. Salió un
cartel que decía horario de protección al menor que no llegó a ser muy visible
porque el televisor estaba programado para apagarse a cierta hora. Abrió la
ropa de cama, se colocó el piyama y se lavó los dientes. Se acomodó en su cama,
se abrazó a la almohada y muy pronto se quedó dormido.
Patricia después de salir del gimnasio y darse una ducha, se
fue con sus amigas a la confitería del club. Cuando llegó a casa Maxi dormía plácidamente.
Pensó en esperar a su marido pero su actividad había sido “tan
intensa” que decidió ir a dormir.
Pasadas las 11 pm llegó Fernando. Un típico ejecutivo,
metido en sus problemas y preocupado por la posibilidad de un próximo ascenso. Cansado
de la tensión de su trabajo, pero, peor aún, de conducir en el tráfico
endemoniado de la hora pico, entró y velozmente fue a servirse un wiski, se
estiró en su sillón predilecto, le hizo unas caricias al gato y fue hacia la
cocina. Isabel ya hacía rato que se había retirado. Abrió el frízer, tomó un
plato precongelado y lo colocó en el microondas.
Comió mientras leía el informe que le había llegado a último
momento.
Dejo el plato en el fregadero. Mañana se encargaría la
mucama de limpiarlo. Y se dirigió al cuarto de Maxi. Lo contempló dormido y
acercando los dedos a sus labios le arrojó un beso y cerró la puerta.
Fue hasta su habitación. Su mujer se había quedado dormida
mirando televisión, así que apago el artefacto, se cambió silenciosamente y se
acurrucó tratando de no despertar a Patricia.
Antes de dormirse, sonrió.
Se sentía feliz.
¡Que hermoso es tener una familia!